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21 de enero de 2019. Ciento treinta y cinco años después ·
UN 21 DE ENERO DE 1884 LLEGARON LOS HERMANOS DE LA SALLE A VALLADOLID PARA ESTABLECER EL COLEGIO DE LOURDES

El 21 de enero de 1884, dos días antes de la festividad del titular de la parroquia donde se iban a establecer, llegaron tres hermanos de la Salle, por ferrocarril y a la Estación del Norte de Valladolid, a las doce de la noche. Desde aquella fría noche de invierno, los vallisoletanos empezaron a conocer a estos nuevos maestros, como los “baberos”. Sin embargo, aquel primer instante fue contemplado por un escasísimo número de vallisoletanos pues el tren los había dejado a las doce de la noche. Vestían una sotana que no era la habitual de los sacerdotes, pues ésta carecía de pliegues; el manteo del hábito era de mangas perdidas; su cabeza estaba cubierta con un sombrero muy amplio; mientras que lo que llamaba más la atención era esa tira de tela endurecida, dividida en rectángulos y que les caía sobre el pecho: era el mencionado y conocido, vulgarmente, como “babero”. Dos de ellos eran franceses, concretamente los que se iban a responsabilizar del magisterio, mientras que el tercero, dedicado a labores domésticas y provisión era español. Los nombres a los que respondían, no eran los que les otorgaron sus padres en el momento de su bautismo, pues al tomar los hábitos, los superiores les imponían unos nuevos. El que habría de ejercer las funciones propias de director, era el H. Joldiniano o Joldinian, en realidad llamado Pierre Paul Fontan y anterior director de los colegios de Barcelona y Cóbreces . Su compañero docente era el H. Ludardo Andrés, Jean Julien Deltort. El primero no tenía todavía los cincuenta y tres años, el segundo estaba a punto de cumplir veintisiete años. Faltaba un tercero, el valenciano Miguel Serrador, llamado en el Instituto como H. Fabriciano, de cuarenta y cuatro años. Los dos primeros franceses ya se encontraban establecidos en España desde hacía una temporada. El tercero había trabajado en Madrid, permaneciendo en Valladolid solamente unos meses, hasta que al comienzo del nuevo curso 1884-1885, iba a ser enviado a Anaz, en Santander. Todos ellos iban a ser los primeros de cientos de Hermanos de La Salle —probablemente más de quinientos— que han pasado durante estos ciento veinticinco años por las aulas de la escuela y colegio de Nuestra Señora de Lourdes.
Aquella noche de enero fueron alojados por el párroco de San Ildefonso, don Venancio, en la casa parroquial, el cual les había ido a buscar a la Estación. Al día siguiente, visitaron los locales de la nueva fundación, estableciéndose ya en el que iba a ser su hogar. Con la asistencia del arzobispo Benito Sanz y Forés, inauguraban en la festividad de San Ildefonso, 23 de enero, aquella sencilla escuela compuesta por dos clases. Resaltaban las crónicas que en aquel acto “hubo muchísima concurrencia de gente”. Asistía emocionada al acto, la propia Paulina Harriet, la cual pudo comprobar la curiosidad despertada entre los jóvenes. El Norte de Castilla no se hizo eco de aquel acontecimiento, tan sólo daba cuenta de la celebración de la festividad de San Ildefonso, patrono de la parroquia, detallando que a las diez de la mañana se celebraría la misa mayor, con un sermón “panegírico” —propio en estas circunstancias— predicado por Eusebio Hernández, coadjutor de la misma.
Detallaba el H. Joldianiano los primeros gastos que habían tenido los tres maestros y en qué partidas se habían repartido, desde el viaje de Madrid, la compra de las camas, la de la ropa necesaria, además de sillas, la cantidad destinada a una librería, así como una mesa de noche, un velador, un reloj y despertador, además de tres lámparas y otros tres paraguas. Era necesario comprar herramientas para las tareas más manuales pero también libros para la vida espiritual de una comunidad de religiosos que eran además maestros, como los diccionarios, las actas de los mártires, las obras de san Francisco de Sales o del jesuita del siglo XVII Luis de La Puente. En abril pagaban la campana que habría de colocarse en la puerta. Se irán repitiendo los gastos más tradicionales para la subsistencia diaria y cotidiana: el panadero, el carnicero, la lechera, la lavandera o el carbón, además de las patatas.

(Del libro de Javier Burrieza “Lourdes, stella in Castella.
Historia del Colegio Nuestra Señora de Lourdes, 1884-2009,
Valladolid, Ayuntamiento, 2009)