Print Friendly, PDF & Email

6 NOVIEMBRE
FIESTA DEL BEATO HERMANO MARIANO PABLO, COPATRONO DE LA ASOCIACIÓN DE ANTIGUOS ALUMNOS DEL COLEGIO DE LOURDES Y PRIMER ALUMNO DEL CENTRO QUE HA SUBIDO A LOS ALTARES

El Hermano Mariano Pablo se ha convertido en el primer alumno del colegio de Lourdes elevado a los altares. Este vallisoletano había nacido el 7 de enero de 1913, en el seno de una familia numerosa —él era el sexto—, siendo bautizado como Teodoro Pérez Gómez. Gustó pronto de la música y su voz llamó la atención en ámbitos eclesiales. A los doce años fue matriculado en el colegio de Lourdes, en un momento de expansión del centro, cuando acababan de inaugurarse sus nuevas instalaciones y contaba con una notable presencia religiosa, deportiva, intelectual en la ciudad y disfrutaba de un incremento de sus alumnos. No fue extraño que Teodoro entrase a formar parte de la prestigiosa Cruzada Eucarística. Era un alumno aplicado en lo académico y sus exámenes eran distinguidos con altas puntuaciones. “Dígame Hermano, ¿qué hay que hacer para ser como usted?”. Había descubierto en su colegio la vocación. Un tío suyo trató de conducirlo al seminario, pero finalmente logró de sus progenitores el consentimiento para vestir el “babero”.
El director del colegio le presentó en el noviciado menor de Bujedo, en la provincia de Burgos, “granero” de vocaciones lasalianas para Castilla. Allí prosiguió su formación intelectual por espacio de dos años y medio. Una vez que hubo cumplido los dieciséis, en 1929, fue admitido en el recién inaugurado noviciado madrileño de Griñón. Fue en la fiesta de la Candelaria cuando recibió el hábito y el nuevo nombre que habría de utilizar en su nueva vida: H. Mariano Pablo. Una etapa de probación para intentar ser mejores, tal y como él mismo expuso: “la perfección consiste, menos en hacer cosas grandes que en hacer bien lo que la obediencia manda o aconseja”. El clima religioso del momento le convertía en un hermano devoto. Su formación académica para ser maestro discurrió en el escolasticado, debiendo conseguir el equilibrio entre lo intelectual y la vida interior. En ese momento se proclamaba la II República y su futuro se veía condicionado.
Sus superiores le permitieron, como a todos los religiosos en formación, regresar con sus familias hasta que la tormenta anticlerical de mayo de 1931 se hubiese superado. El H. Mariano, de nuevo en Valladolid, vivió al principio con su familia y después en la comunidad de su antiguo colegio de Lourdes, ofreciéndose a su director para realizar las labores que fuesen menester. En otoño de 1931 regresaba a su casa religiosa en Griñón. Sus padres le apoyaban para que saliese al extranjero a prepararse como maestro, como estaba ocurriendo con algunos de sus compañeros. Así se lo comunicaba él mismo a una hermana suya, religiosa de la Caridad de San Vicente de Paúl. En septiembre de 1932 obtenía el título oficial de maestro, a pesar de las barreras de algunos tribunales oficiales hacia algunos religiosos.
Finalmente, sus superiores no le enviaron fuera de España sino a la fundación más antigua de los Hermanos de La Salle en España, el Asilo del Sagrado Corazón en Madrid. Allí pudo disfrutar con sus alumnos siendo un profesor servicial que preparaba sus lecciones e instruía con el catecismo. Todo este ritmo de trabajo deterioró su salud. Por eso, los superiores creyeron oportuno enviarlo a su antiguo noviciado de Griñón para poder recuperarse. Así lo realizó por espacio de dos veranos. El H. Director le definía como un “excelente religioso; poseía la sólida piedad de los avanzados en el camino de la santidad”. Todo ello se manifestaba en el amor que tenía por “sus huérfanos” del Asilo.
En el segundo de esos veranos de recuperación en Griñón estallaba la guerra civil de 1936. Un grupo numeroso de milicianos asaltaba la casa el 28 julio y asesinaban al grupo de los ocho hermanos que cuidaban a los niños que iban a ser futuros novicios o permanecían en la enfermería. Entre ellos se encontraban dos vallisoletanos, el quintanillero H. Javier Eliseo y el H. Mariano Pablo, ambos jóvenes religiosos de 23 y 24 años, que han sido beatificados el 13 de octubre de 2013 en Tarragona.

“La perfección consiste, menos en hacer cosas grandes que en hacer bien lo que la obediencia manda o aconseja”