23 ENERO 1884 / 23 ENERO 2024.
Festividad de San Ildefonso
140 años de la inauguración del Colegio Nuestra Señora de Lourdes (en su primera escuela gratuita)
El 22 de enero los tres Hermanos que habían llegado la noche anterior visitaron los locales de la nueva fundación, estableciéndose ya en el que iba a ser su hogar. Con la asistencia del arzobispo Benito Sanz y Forés, inauguraban en la festividad de San Ildefonso, 23 de enero, aquella sencilla escuela compuesta por dos clases. Resaltaban las crónicas que en aquel acto “hubo muchísima concurrencia de gente”. Asistía emocionada al acto, la propia Paulina Harriet, la cual pudo comprobar la curiosidad despertada entre los jóvenes. El Norte de Castilla no se hizo eco de aquel acontecimiento, tan sólo daba cuenta de la celebración de la festividad de San Ildefonso, patrono de la parroquia, detallando que a las diez de la mañana se celebraría la misa mayor, con un sermón “panegírico” —propio en estas circunstancias— predicado por Eusebio Hernández, coadjutor de la misma.
Detallaba el H. Joldianiano los primeros gastos que habían tenido los tres maestros y en qué partidas se habían repartido, desde el viaje de Madrid, la compra de las camas, la de la ropa necesaria, además de sillas, la cantidad destinada a una librería, así como una mesa de noche, un velador, un reloj y despertador, además de tres lámparas y otros tres paraguas. Era necesario comprar herramientas para las tareas más manuales pero también libros para la vida espiritual de una comunidad de religiosos que eran además maestros, como los diccionarios, las actas de los mártires, las obras de san Francisco de Sales o del jesuita del siglo XVII Luis de La Puente. En abril pagaban la campana que habría de colocarse en la puerta. Se irán repitiendo los gastos más tradicionales para la subsistencia diaria y cotidiana: el panadero, el carnicero, la lechera, la lavandera o el carbón, además de las patatas.
La autorización para el establecimiento de estos nuevos maestros, pertenecientes al Instituto de las Escuelas Cristianas fue firmada por el mencionado arzobispo de Valladolid en marzo de 1884. Doña Paulina era habitual conociendo los primeros avances de la escuela, visitándola y conociendo a los maestros y alumnos. Hasta que los Hermanos no tuvieron amueblada la casa, iban a comer a la de doña Paulina. La crónica insistía lo que la correspondencia ya había dicho: la familia de la fundadora no había visto con buenos ojos las inquietudes de la viuda de Dibildos, “por los intereses que perdían según parecía”. El que esto escribía exceptuaba a Pedro Dibildos —“que siempre estuvo de parte de su madre” y que, además, fue el último que vivió con ella—, aunque en este grupo también deberíamos considerar a su hijo sacerdote, Eduardo, que tanto intervino en el proceso de fundación.
No sabemos cual fue la actitud de su hijo Mauricio, fallecido a los 39 años en 1887 pero que entonces era concejal del Ayuntamiento de Valladolid. Lo fue en las corporaciones constituidas en julio de 1885, enero de 1886, enero de 1887 y julio de ese mismo año en que murió. Su único yerno, Juan de Alzurena, hacia el que debió manifestar gran afecto, participó en el proceso de cesión definitiva de esta propiedad a los Hermanos, habiendo obtenido por segunda vez, en el mismo año de la fundación de la escuela, su acta de diputado. El H. Claudio Gabriel señala, igualmente, que mientras la salud se lo permitió doña Paulina asistía a las ceremonias con las que culminaba el curso, como eran los repartos de premios y los exámenes de fin de curso. Habrá que esperar a 1887 para que se produjese la convivencia entre la escuela gratuita y el colegio de pago Nunca el nacimiento de éste suponía el abandono del espíritu original de Paulina Harriet. La propia fundadora la hubiese gustado, en enero de 1884, inaugurar ambas obras, que servían para complementarse y sustentarse en sus misiones y objetivos, además de en sus economías. Destacaban en los Estatutos los propios Hermanos que, parte del dinero que recibían de los fundadores, en esta y en otras obras, servía para la formación de aspirantes o novicios, así como para el mantenimiento y cuidado de los maestros ancianos o de los que “se hubieran inutilizado en la enseñanza”. De hecho, los libros de cuentas van detallando las cuantías que fueron enviadas con destino al noviciado. Esas partidas no bastarían para atender a tantas necesidades y desde los inicios se consideró la necesidad del nacimiento de los colegios de pago, atendiendo en los mismos la enseñanza técnica. El propio convenio de fundación firmado con doña Paulina indicaba que los Hermanos no debían dar cuentas a nadie si organizaban, como medio de sustento una enseñanza de pago.
Todo ello indicaba un éxito pedagógico, pues hasta la nueva escuela habían llegado numerosas peticiones de admisión. Un prestigio que repercutía en mejoras en el propio barrio e, incluso, en la parroquia. El método lasaliano resultaba novedoso y así lo experimentaba el Hermano director, cuyo nombre fue castellanizado por los que le nombraban en Valladolid: Joldiniano. La mencionada Junta de Instrucción no hubiese actuado si los Hermanos no hubiesen tenido impacto en la realidad educativa vallisoletana. Carecemos, eso sí, de boletines de calificaciones que demuestren los primeros resultados académicos de los alumnos de esta escuela. Para atender a toda esta demanda se necesitaban más fondos, para abrir las clases sucesivas que hemos descrito y llamar a más profesores. La ausencia más notable era la del dinero. Si se deseaba abrir una tercera clase, era necesario fijar esa cuota módica: entre dos o tres pesetas mensuales. Para ponerla en marcha era necesaria la aprobación del superior general en París y del visitador provincial en Madrid. Todo ello llegó en 1886. El nuevo Hermano que se incorporaba a la comunidad se llamaba Servando Félix (Auguste Foure), un francés de dieciséis años, que había entrado dos años antes en el Instituto. Será él el maestro responsable de la tercera clase del colegio. Estaba a punto de comenzar el año 1887, el primer año crítico de la historia de esta casa. No obstante, en 1887, se produjo también el primer incremento importante de alumnos, cuando empezaron a convivir junto al centenar largo de gratuitos los primeros cincuenta y seis alumnos de pago. En 1886, se había establecido la tercera clase y en el mencionado año de 1887 había llegado un cuarto hermano que había incrementado la comunidad. Debió tener éxito esta decisión pues en 1885, no hubo incremento de gratuitos pero sí de clases, pues se estableció la cuarta, con noventa y cinco alumnos de pago y los quince primeros mediopensionistas: doscientos veinticinco jóvenes en total. Los cinco primeros internos llegaron en 1889 y para sostener toda esta infraestructura se necesitaban más hermanos (ya eran seis en esa fecha).